La unción aparta
algo o a alguien para un uso especial, una persona que tiene la unción ha sido
consagrada para manifestar la presencia de Dios en su vida. En la Biblia en el Antiguo Testamento se
ungía con aceite a los sacerdotes y a los reyes, porque habrían de cumplir un
propósito específico, de igual modo en el Nuevo Testamento es la unción del Espíritu
Santo que nos sella. La llenura de la
presencia de Dios trae poder en la vida de una persona, es la misma presencia
del Espíritu Santo actuando en las cosas comunes y triviales de la vida.
Una
mujer ungida, sabrá que decir en un momento de dificultad, tendrá la certeza de
actuar bajo estrés. La Biblia dice en Hebreos
1:9 “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual, te ungió Dios,
el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.” Es necesario reconocer que la unción
equipa para compartir el evangelio a otros, y volverse un siervo de Dios que
entrega todo lo que tiene para la obra del ministerio. Una mujer ungida deja
fluir el poder del Espíritu Santo, y puede moverse en esa unción por siempre.
Una mujer ungida puede moverse en diferentes ambientes, aun en el mundo
contaminado, y seguir teniendo la convicción de la presencia fresca y cercana
del Espíritu Santo.
Isaías en su
capítulo 61 dice claramente que el Espíritu esta sobre él, porque lo ha ungido
para… y empieza a listar todas aquellas
cosas para la cuales Dios lo ungió. Las
mujeres ungidas no requieren más que la convicción de que Él está obrando
en su propia vida y a través de su
vida. Esto es la unción, el fluir activo
del Espíritu Santo en la vida de una persona, la cual se manifiesta en acciones,
consagración y dependencia total del Señor.
“Pero la unción que vosotros recibisteis de
él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe” 1a.
Juan 2:27
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