En un clima de
nostalgia, romanticismo y recuerdos… llega la temporada de navidad. Todo
alrededor marca la temporada, la música, los colores, los anuncios, los
festejos, los regalos, las comidas y toda clase de estímulos de los sentidos, se aparecen en esta
temporada. Debido a todo el clima social
y emocional que se genera alrededor de la festividad salen a flote también
muchos sentimientos. La soledad se hace
más evidente, la falta de dinero y las carencias hacen de la temporada una
época de tristeza. Todo debido a esta
presión social de celebración, consumo y superficialidad, pero esto no es la
navidad.
La época de navidad debería ser
un tiempo de reposo, de paz, de amor, no de estresarse por dar regalos a todos,
por tener las mejores comidas y los mejores trajes, eso le agrega desgate y
endeudamiento a una época que debería ser de renovación y alegría. La navidad debe ser reinventada. Porque la
celebración es de Jesús, es el nacimiento del Hijo de Dios y el cumplimiento de
la promesa de salvación para nosotros. Dios envió a su Hijo para que todo aquel
que en El crea sea salvo por Él. Jesús
que llegó a la tierra como un niño, tenía consigo mismo toda la autoridad de
Dios. Su nombre es Admirable porque no hay otro como El. Él es nuestro consejero, es nuestro Dios
fuerte y por lo tanto, no tenemos nada de que temer, Él es Príncipe de Paz. El llena toda soledad
y toda falta. No podemos mantener la
perspectiva de la sociedad en la celebración de navidad, esa celebración demanda de nosotros más de lo
que puede darnos. Pero una navidad
reinventada, donde estamos más dispuestas a reposar, a disfrutar la compañía
más que las viandas, y la paz y
tranquilidad más que la pomposidad, entonces podremos tener una Navidad en
Dios, una celebración de amor y amistad, en Su compañía y para Su Honor!
“Porque un
niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se
llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de
Paz.” Isaías 9:6