Todo tiene su
tiempo y todo bajo el cielo tiene su hora. Las estaciones traen cada una su
propósito, el invierno nos trae la lluvia que riega y refresca la tierra, el
verano nos permite recibir los productos de la tierra, y la primavera es una
bella transición de preparación para el fruto.
La vida misma es cíclica y las estaciones marcan un nuevo proceso en la
vida, con la intención de dejar su aroma y su sabor. Nuestras vidas funcionan en temporadas, pero
al final el propósito es que demos fruto, pero para dar fruto es necesario
florecer. La flor es la preparación para
el fruto. Una mujer que florece esta
lista para dar fruto, esta fértil, está viva y nutrida. No te afanes si el fruto se retrasa, el
tiempo vendrá cuando el fruto solo y sin mayor esfuerzo brotará, pero debes
asegurarte que estas floreciendo, porque si no floreces no darás fruto. Una mujer que florece, es una mujer que su fe
la sostiene y a pesar de las dificultades puede sonreír, una mujer que aun en
medio del desierto se mantiene en pie, aun arrastrando los pies, continúa
caminando hacia su destino. Una vida
fundada en Jesús, estará verde en cualquier temporada, y lista para florecer.
“Pero yo
estoy como olivo verde en la casa de Dios; En la misericordia de Dios confío
eternamente y para siempre.” Salmos
52:8